Columnista de La República
Con varias enormes cevicherías prime ya instaladas, otras en proyecto y una gran marina (playa de estacionamiento para yates) en construcción, la parte utilizable de la Costa verde sigue su marcha hacia la privatización total. La autoridad que se instaló hace unos años no ha hecho sino avalar la voracidad de algunos municipios irresponsables.
Detrás de cada una de estas ventas o concesiones hay un negocio municipal que no tomó en cuenta las necesidades de las mayorías (en parte vecinos del propio distrito). No solo por enajenar un espacio limitado, sino por no haber planeado el disfrute de la gente mediante obras y servicios que esta zona tenía desde el siglo XIX.
En Chorrillos la cosa es particularmente grave, pues entre el alcalde que empedró La Herradura por hacerle una pista a Villa con dinero de los chorrillanos, y el que le ha rematado parte del Morro Solar y La Herradura a una empresa constructora, la destrucción del distrito va a ser, esta sí, como la del siglo XIX.
Para esta política de apropiación de la costa por parte del billete ha sido clave la actitud del alcalde Luis Castañeda, quien parece ver en cada nuevo negocio otro ladrillo de un Acapulco nacional. No parece ser la misma persona que tantas buenas obras claramente populares ha hecho en otros lugares de la ciudad.
Pero los busineses municipales no son el único problema de la Costa verde. La inversión en amansar las playas al norte de San Isidro no ha funcionado, y decenios más tarde esa zona sigue tan brava como el primer día. Lo único que ha florecido realmente en esa parte es una estación de gasolina, sin duda útil, pero poco aparente como vista al mar.
La vía rápida de la Costa verde, que en un momento fue clave para aliviar las rutas urbanas que bordean la costa, a partir de San Isidro es de una sola vía, porque se ha perdido la batalla contra las piedras del acantilado. En este tramo, peligroso de día y de noche, en mar y tierra, lo único que hoy florece son el desmonte y los basurales.
Cada tanto los basurales/desmontes se descompactan y sueltan sus reliquias al mar, ensuciando este hábitat y volviéndolo peligroso para la salud de personas y animales. Nada de esto lo ven los comensales de las cevicherías, ubicadas más al sur, si bien peligrosamente entre La Chira del colector y La Perla del basural.
La propuesta del alcalde de Magdalena de una Fundación en la que participe el sector privado y que mantenga los espacios públicos al 70% suena complicada (entre otras cosas porque parece la clásica soplada de pluma), pero sí parece un buen inicio para el debate. Por lo pronto sabemos que la autoridad que hoy existe está pintada en la pared, de una cevichería.
Detrás de cada una de estas ventas o concesiones hay un negocio municipal que no tomó en cuenta las necesidades de las mayorías (en parte vecinos del propio distrito). No solo por enajenar un espacio limitado, sino por no haber planeado el disfrute de la gente mediante obras y servicios que esta zona tenía desde el siglo XIX.
En Chorrillos la cosa es particularmente grave, pues entre el alcalde que empedró La Herradura por hacerle una pista a Villa con dinero de los chorrillanos, y el que le ha rematado parte del Morro Solar y La Herradura a una empresa constructora, la destrucción del distrito va a ser, esta sí, como la del siglo XIX.
Para esta política de apropiación de la costa por parte del billete ha sido clave la actitud del alcalde Luis Castañeda, quien parece ver en cada nuevo negocio otro ladrillo de un Acapulco nacional. No parece ser la misma persona que tantas buenas obras claramente populares ha hecho en otros lugares de la ciudad.
Pero los busineses municipales no son el único problema de la Costa verde. La inversión en amansar las playas al norte de San Isidro no ha funcionado, y decenios más tarde esa zona sigue tan brava como el primer día. Lo único que ha florecido realmente en esa parte es una estación de gasolina, sin duda útil, pero poco aparente como vista al mar.
La vía rápida de la Costa verde, que en un momento fue clave para aliviar las rutas urbanas que bordean la costa, a partir de San Isidro es de una sola vía, porque se ha perdido la batalla contra las piedras del acantilado. En este tramo, peligroso de día y de noche, en mar y tierra, lo único que hoy florece son el desmonte y los basurales.
Cada tanto los basurales/desmontes se descompactan y sueltan sus reliquias al mar, ensuciando este hábitat y volviéndolo peligroso para la salud de personas y animales. Nada de esto lo ven los comensales de las cevicherías, ubicadas más al sur, si bien peligrosamente entre La Chira del colector y La Perla del basural.
La propuesta del alcalde de Magdalena de una Fundación en la que participe el sector privado y que mantenga los espacios públicos al 70% suena complicada (entre otras cosas porque parece la clásica soplada de pluma), pero sí parece un buen inicio para el debate. Por lo pronto sabemos que la autoridad que hoy existe está pintada en la pared, de una cevichería.
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